31.8.09

METÁSTASIS

(Flickr de Codri)



Te vas, te alejas. Te has marchado cuando aún estás aquí.
No me hablas más que con silencio. Sólo me tocas con tu temor.
Vamos: no se contagia al tacto. Es mi piel, es mi carne que ha empezado a devorarme.
Siento que sólo ves a esa mancha en la radiografía.
Yo ya no estoy. No soy. No para ti.
¿Cómo me dirás adiós? ¿En qué momentos me dejarás sola? ¿Qué te dirás a ti mismo para justificarte?
¿Y qué importa?
Te he perdido porque no puedes pensar más que en la carne nueva que crece, se difunde, me mata.
Ella te ha arrebatado de mi lado.
¿Quién iba a pensar, jamás, que no solo iba a ser mi lenta muerta, sino también mi rival?


28.8.09

LAS ACERAS MUERTAS

Mataban a todo aquel que fuera diferente, que tuviera otra piel, diferente silueta.
Una erupción en la piel te podía ganar un disparo.
¿Cómo explicarle a la turba una mancha congénita, una cicatriz tierna, una alergia?
Era mejor quedarse en casa.
Las calles vacías, las aceras muertas.
Sólo la ira, el miedo, el prejuicio, la muerte paseaban allá afuera.
No más monstruos, gritaban.
No más, suplicábamos puertas adentro.




ARTE

(Onexposure de Alex OBrien)



Es una maravilla, una obra de arte.
Nueva piel, nuevas líneas, contornos, tactos.
Armoniosas en una forma tal, que hace ver a la vieja silueta humana como un error, un horror.
No se cansa de ver la Carne Nueva.
Nadie, de hecho.
Juntos, él y el mundo, se quedan admirando las pieles, los cuerpos, cada detalle.
Cuánto los aman, bien organizados en sus marcos.


27.8.09

CORTINAS



A la señora Salas empezaron a crecerle ojos en las manos.
Mi abuela preparó una gelatina y fuimos a dejársela.
La casa olía a medicina, a encierro, a sal, a silencio, a lágrimas.
Esperamos mientras la señora Salas bajaba a saludarnos.
Alguien había retirado los cuadros y cubierto el televisor con una sábana. Un foco roto pendía aún del cable.
Escuchamos unos pasos arriba, un golpe sordo, cuchicheos. Una risa que no iba de acuerdo con todo lo demás: con las flores pudriéndose en un florero, con el deslizarse de gatos de los parientes.
Pasos, firmes y rápidos. Unas piernas vendadas, un vestido amplio, la señora Salas bajando con las manos cubiertas con guantes.
Saludó a mi abuela con un beso, puso un instante su palma en mi mejilla. No sentí en ese breve roce un parpadear.
Hablaron de nada importante.
Al final hubo un atisbo de que no sólo habíamos ido por la gelatina.
− ¿Tu…? – murmuro mi abuela dejándolo todo en suspenso.
− No pasa nada – dijo la mujer, tirando un poco de la punta de los guantes, como si le apretaran. – Ellas que se preocupan…
A los 45 minutos bajó una sobrina a decir con voz neutra que era hora de la medicina. Se hizo a un lado cuando la señora Salas pasó a su lado.
Alguien más nos ofreció desinfectante antes de irnos.
− No entiendo cómo está tan calmada – murmuraba mi abuela al alejarnos.
Media calle más allá pude escuchar de nuevo la risa cristalina. Miré sobre mi hombro la casa. Todas las ventanas estaban cubiertas con cortinas. Menos una, abierta e iluminada.
La señora Salas se asomaba lo más posible por ella.
La risa era suya, y tenía las manos desnudas abiertas, tratando de abarcar el cielo.
Supe entonces que, efectivamente, no pasaba nada. El único drama estaba en ellas, quienes fueran, que trataban de meterla, de cerrar las ventanas, de correr las cortinas, todo a un mismo tiempo.


25.8.09

SOY



Pienso, luego soy.
¿Y qué soy? Lo que pienso.
Estos brazos, estas piernas, el rostro, la boca, estas alas, los flagelos, apéndices, vesículas, lóbulos, todos mis cilios…




EXILIO




− Los monstruos − gritaron los niños − Vienen los monstruos.
Salimos a la calle esperando ver, no sé, jaulas y rejas, un altavoz sobre una camioneta tocando una música discordante, sus rostros extraños agobiados por el calor, por el polvo, por las 2 de la tarde en la calle principal que pesa como una herida.
Llegaron caminando, y su paso era lento y elegante, se movían con una gracia solemne que sólo las articulaciones triples pueden lograr.
Iban desnudos.
No reconocimos nada.
No quedaba rastro alguno que alguna vez fueron como yo, como Alberto, Mónica, como todos aquellos que los mirábamos pasar.
La piel cambio, los huesos tomaron nuevas formas y los músculos fueron otros. Nuevos ojos, nuevos órganos. Nuevas formas de vernos, olernos, percibirnos.
Iban al exilio. No podíamos imaginar siquiera que deseaban, que veían, qué cosa podía interesarles.
Algunos de nosotros se habían enfrentado a ellos antes con armas, con cuchillos, con fuego; con miedo, ira, misericordia. Quisieron quemarlos para que no sufrieran.
Pero nada los mata, nada los hiere, nada los sangra.
Ignoramos porqué accedieron a marcharse, de quererlo podrían acabar con todos y cada uno de los que los veíamos pasar, agitando aquello que late en sus cuellos.
Se fueron por el camino principal, dejando atrás espigadas sombras, perdiéndose en el horizonte.
Regresamos a la mesa, Mónica pidió un poco de cátsup para la comida fría que habíamos abandonado.
No sabíamos qué decir.
− Se veían tristes – dijo Alberto tomando un largo trago de cerveza.
Sí. Toqué la mesa de formica mientras me decía que era justo eso lo que me hacía sentir tan extraño.
Pena. Tristeza. Piedad.
¿Qué vieron en nosotros, que percibieron con sus nuevos ojos, para nos vieran con tanta lástima?




24.8.09

LÍQUIDO



(DeviantArt de Raditya Arya Pratama)


Primero fue un ardor en los párpados, luego amanecer lleno de excrecencias, el globo ocular cambiando de color, las cosas perdiendo nitidez, la niebla que fue tragándose al mundo, la percepción limitada a sombras, a luz difusa, a formas imprecisas, un rostro era un ovalo, una calle cosas que se desplazaban, parpadeaba y mil cosas se agitaban en el líquido de mis ojos, siluetas de peces, huyendo de otras sombras, cardumen buscando refugio, seres secretos para todos menos para mí, los antibióticos, las gotas, el recuperar las líneas rectas, los cortes limpios, los ángulos y las luces, la normalidad, la tranquilidad, el sentir, repentinamente, un pez deslizarse en mi oído…




10.8.09

FUERA DEL AIRE

(DeviantArt de Mustafa Dedeog Lu)


Dos semanas de vacaciones

8.8.09

SI DIOS HUBIERA QUERIDO QUE VOLÁRAMOS...



Finalmente apagó su celular. No podía con una noticia más.
Durante un segundo pensó en lanzarlo contra la pared. Podía sentirlo vibrar lleno de información que cruzaba el planeta entero.
Habían pensado que era un caso parecido a la Talidomida, una sustancia mutágena, deformante, que actuaba sobre el feto.
¿Cuántos productos revisó? ¿Cuántas muestras al azar?
Los casos empezaron a multiplicarse.
Fotos y fotos de recién nacidos, videos llenos de esos movimientos tan extraños. El sonido de esos llantos en tantos formatos informáticos.
Se pensó en una enfermedad, en virus, en todas las formas en que algo externo pudiera modificar el ADN.
Los primeros casos en la ciudad le dieron oportunidad de monitorear muestras ambientales. Radiación, mutagénicos, toxicidad.
Pudo tocar uno de los recién nacidos y comprobar cómo se movían esos músculos extraños, esos apéndices y las nuevas extremidades.
Revisó con cuidado cada Rayo X.
Uno de los nuevos padres tomó a su niño y lo ahogó aferrándole el rostro. Con qué cuidado le quitaron al niño, con qué rapidez lo viseccionaron y tomaron todas las muestras posibles.
Al otro día los restos del niño se encontraban en laboratorios de todo el mundo.
Si Dios hubiera querido que voláramos…
Apretó el celular hasta hacerse daño.
Días y noches, reuniones y paneles, datos y cifras. Y los casos se multiplicaban.
Ella le decía que debía dormir, descansar, quedarse a su lado un rato más. Le dijo que se sentía sola.
Él no podía dejar de pensar en la última hipótesis: un gen que se había activado en todo el ADN humano.
El miedo empezaba a respirarse en los laboratorios, en los congresos científicos del mundo.
Entonces ella le dijo que estaba embarazada.
Oh Dios, Dios, Dios
Los datos no hablaban ya de casos aislados, las cifras no mostraban sólo tendencias, cada bit de información mostraba inevitabilidad.
¿Cómo decirle lo que ocurría? ¿Cómo prepararla? ¿Cómo prepararlos a todos?
Recordó esas horribles fotos, los videos, los sonidos chirriantes, su vibrar extraño cuando cargó a… a.. eso.
Si Dios hubiera querido que voláramos nos habría dado alas.
¿Qué querría Dios que hiciéramos con esas garras, con esos colmillos, con los ojos trilobulados?




6.8.09

COF, COF

(Flickr de Harry Bloom)



Dolor de cabeza. Nariz goteante. Cuerpo cortado. Pastillas. No puedo abandonar la cama. Por suerte mi mano se encarga de salir a las compras.






3.8.09

MÁSCARA



La máscara es tan temible que todos sienten alivio cuando muestra su transformado nuevo rostro.




1.8.09

HOY

(Flickr de paper.lilies)



Hoy empecé a soñar los sueños de los árboles, a sentir el pulso mineral. Hoy he entendido lo que lo verde murmura (que extraño es que no tengamos miedo). Hundí mis dedos en la tierra húmeda y pude sentir el vibrar del planeta entero. Hoy empecé a unirme con las raíces, con el agua subterránea sobre la cual flota el mundo. Hoy dejé atrás la carne y me vestí de hojas y soy parte, por fin, de esa red invisible que lo cubre todo. Hoy descubren mi cuerpo y piensan qué triste es convertirse en nada.






Efímera
de José Luis Zárate