8.8.09

SI DIOS HUBIERA QUERIDO QUE VOLÁRAMOS...



Finalmente apagó su celular. No podía con una noticia más.
Durante un segundo pensó en lanzarlo contra la pared. Podía sentirlo vibrar lleno de información que cruzaba el planeta entero.
Habían pensado que era un caso parecido a la Talidomida, una sustancia mutágena, deformante, que actuaba sobre el feto.
¿Cuántos productos revisó? ¿Cuántas muestras al azar?
Los casos empezaron a multiplicarse.
Fotos y fotos de recién nacidos, videos llenos de esos movimientos tan extraños. El sonido de esos llantos en tantos formatos informáticos.
Se pensó en una enfermedad, en virus, en todas las formas en que algo externo pudiera modificar el ADN.
Los primeros casos en la ciudad le dieron oportunidad de monitorear muestras ambientales. Radiación, mutagénicos, toxicidad.
Pudo tocar uno de los recién nacidos y comprobar cómo se movían esos músculos extraños, esos apéndices y las nuevas extremidades.
Revisó con cuidado cada Rayo X.
Uno de los nuevos padres tomó a su niño y lo ahogó aferrándole el rostro. Con qué cuidado le quitaron al niño, con qué rapidez lo viseccionaron y tomaron todas las muestras posibles.
Al otro día los restos del niño se encontraban en laboratorios de todo el mundo.
Si Dios hubiera querido que voláramos…
Apretó el celular hasta hacerse daño.
Días y noches, reuniones y paneles, datos y cifras. Y los casos se multiplicaban.
Ella le decía que debía dormir, descansar, quedarse a su lado un rato más. Le dijo que se sentía sola.
Él no podía dejar de pensar en la última hipótesis: un gen que se había activado en todo el ADN humano.
El miedo empezaba a respirarse en los laboratorios, en los congresos científicos del mundo.
Entonces ella le dijo que estaba embarazada.
Oh Dios, Dios, Dios
Los datos no hablaban ya de casos aislados, las cifras no mostraban sólo tendencias, cada bit de información mostraba inevitabilidad.
¿Cómo decirle lo que ocurría? ¿Cómo prepararla? ¿Cómo prepararlos a todos?
Recordó esas horribles fotos, los videos, los sonidos chirriantes, su vibrar extraño cuando cargó a… a.. eso.
Si Dios hubiera querido que voláramos nos habría dado alas.
¿Qué querría Dios que hiciéramos con esas garras, con esos colmillos, con los ojos trilobulados?




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