Mataban a todo aquel que fuera diferente, que tuviera otra piel, diferente silueta.
Una erupción en la piel te podía ganar un disparo.
¿Cómo explicarle a la turba una mancha congénita, una cicatriz tierna, una alergia?
Era mejor quedarse en casa.
Las calles vacías, las aceras muertas.
Sólo la ira, el miedo, el prejuicio, la muerte paseaban allá afuera.
No más monstruos, gritaban.
No más, suplicábamos puertas adentro.
Las calles vacías, las aceras muertas.
Sólo la ira, el miedo, el prejuicio, la muerte paseaban allá afuera.
No más monstruos, gritaban.
No más, suplicábamos puertas adentro.
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