7.7.09

NO BASTA

(Flickr de .delila.)



Sobrevivir no basta.
Las ratas pueden sobrevivir (aunque hasta a ellas les cueste trabajo). Los insectos y las cucarachas no se han muerto tampoco en esta ciudad.
Sobreviven los que huyen, los que se esconden tras alarmas y gruesos muros, aquellos con el poder o el dinero suficiente para escudarse tras otros. Quienes saben que han perdido la ciudad donde viven, los que miran sus relojes al acercarse la tarde y no ignoran que hay pocas formas tan seguras de morir como dejar que la oscuridad los atrape en las calles.
Pero, repito, sobrevivir no lo es todo si para ello hay que dejar que el miedo determine cada movimiento, aprisionados por el temor, encerrados en las duras aristas de la angustia.
Quienes habitamos en la Ciudad Oscura sabemos que este no es — únicamente — un lugar para mantenernos vivos.
Sobrevivir no es todo cuando lo que se desea es un Dominio.
Calles nuestras, territorios que nos conocen por que han probado nuestra sangre, o — mejor aún — por que han saboreado la sangre enemiga.
Cubil de los nuestros, castillo dividido en cuadras y callejones, país de ladrillos y terrenos baldíos, tierra de aceras y asfalto negro, de alcantarillas humeantes y luces de neón titilando como las únicas estrellas.
La Ciudad Oscura: la que se crea cuando empieza la noche, la iluminada por la desesperación de los que saben que un paso fuera de los refugios es una prueba de la cual pocos salen indemnes.
La Ciudad Oscura que ocupa las mismas calles y el espacio que la Ciudad Diurna, pero en la cual los poderes pertenecen a otros: a los Asesinos, a los Criminales, a los Señores de la Droga, pero sobre todo a las Razas Ocultas.
Quienes empezaron, aquellos que llamamos Los Primeros, nos hablaban de una Ciudad Oscura compuesta sólo por desechos, por aquellos que dejaban atrás la Ciudad Diurna empujados por la necesidad de droga o muerte, porque sólo en la noche podían encontrar el alimento desesperado para sus almas devastadas.
Nos contaron de las pandillas que salían armadas, y sin más propósito que ir disminuyéndose a sí mismas, desgastándose con la muerte de sus integrantes, de gente que salía con el expreso fin de terminar.
De llameantes botes de basura quemándose rodeados de víctimas esperando un verdugo.
Y si no existía, esas víctimas podían tomar — momentáneamente — el papel de asesino para apresurar lo que fuese a pasar.
Pero esa Ciudad Oscura ha muerto. Su fantasma habita aún dentro de nuestra Ciudad, pero no lo es todo.
No, porque ahora existen las Razas Ocultas.
Ellas nos han mostrado una finalidad más pura que la sobrevivencia: el Brillo Negro de un destino.
Entonces el sobrevivir cobra un nuevo significado, al haber una Finalidad también existe un Sentido, una razón suficiente para recorrer las calles enemigas, llenos de orgullo.
El viento en nuestra cara, el potente motor nocturno de los vehículos como una sinfonía, las armas balanceándose junto con nosotros.
No necesitamos mas que la certeza de ser necesarios, el conocimiento de que hay un gigantesco juego del cual somos parte.
No sólo fichas prescindibles, no únicamente cifras en los estudios que tratan de documentar la desintegración de la antigua sociedad.
Participantes, guerreros en la batalla.
¿Qué importa entonces que seamos monstruos, que nuestra carne esté dejando de ser humana?
¿Qué importa la sed de sangre y los rostros de pesadilla que sonríen desde el espejo?
No sólo no importa, sino que es mejor.

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