30.7.09

HUMO



Nada apareció en los diarios. Nada comentó la gente. El humo, por cierto, no estaba en el aire. El agua lavó lo que podría haber quedado en las calles. Las gargantas vociferantes del día anterior susurraban civilizados buenos días. Las manos que aferraron garrotes, antorchas, filos y aceros saludaban, llenaban papeles, envolvían compras, hojeaban periódicos donde nada grave había sucedido. Todos evitaban la vista de los escaparates rotos, de las puertas deshechas, del hollín de las fogatas públicas. Era posible sentir a la ciudad trabajar en el olvido, lo tejía con nadas, con ningunos, con nunca, con jamás, con yo no.
Ayudaba que no se vieran los ellos, los de piel nueva, los de otros ojos, los de siluetas extrañas.
¿Y cómo habrían de estar si el humo se dispersa, se aleja, no existe?

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Efímera
de José Luis Zárate