2.9.09

EN BRAZOS

(Flickr de Podutro)



¿Cómo explicarle al lego lo evidente?
No era un feto.
Se desarrollaba en la bolsa amniótica, crecía, se alimentaba del cordón umbilical: pero no era un bebé.
Desarrollaba brazos, piernas, un remedo de rostro en los tiempos adecuados, su imagen era exacta en los ultrasonidos pero carecía de tantas características que no engañaba a ningún médico.
Las víctimas nos pedían que las tocáramos, nos relataban felices la forma en que eso se movía.
Nos estremecíamos al imaginarlo.
Algunos accedieron a una extracción, otras se negaron a que un bisturí las liberara del impostor.
Más de una huyó de los cuidados médicos.
Esa cosa era suya, su bebé ¿qué podíamos saber nosotros?
Que el impostor estaba más cerca del cáncer que de otra cosa, que crecía agresivamente minando al huésped, que parasitaba recursos para desarrollar huesos falsos, órganos para engañar, corazones que latían desincronizados.
Al paso del tiempo algunas víctimas regresaron asustadas del interminable embarazo, de la lenta agonía.
Muchas veces tarde.
Una, sola una, se presentó feliz para decirnos que, todo había sido un malentendido, que nos equivocamos.
Abrió las sábanas llenas de sangre y nos mostró lo que llevaba en brazos, retorciéndose.
Retrocedimos: del hedor, de la putrefacción, de los ojos que esa cosa había desarrollado llenos de pus, de las garras, de la minúscula voz que dijo:
Mamá.






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